a Paul Eluard
Estabas Paul Eluard,
–¡Sí, lo creo!
con tus extrañas
manos
vueltas hacia mí,
igual que lunas
de soledad con miedo.
Quizás –se diga–, envolvían tristezas
las curvas de tu
boca,
o eran claras
palomas delante de tu risa
–cabelleras de
lluvia
disparadas al viento.
–¡Sí, lo creo!
Eras dolor: todo
el dolor ajeno
de los seres
oscuros
o mujeres amadas-
o mujeres amadas-
/mariposas
doradas de poemas
que la muerte no
pudo/.
Sabes Paul,
París, era sólo una
lágrima
posándose en tus
ojos.
Dalmiro Meneses
octubre 2006 - Uruguay
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